En estos días, a causa de la
desaparición forzada de Santiago Maldonado, asistimos a un
interesante debate sobre qué pueden y qué no pueden decir los
docentes en clase. La libertad de cátedra, que le dicen...
Por supuesto, ya aparece el primer problema, hay
ochocientas interpretaciones acerca de qué es y cuál es el alcance
de la libertad de cátedra... Como siempre, yo no se cuál es la
definición correcta, pero puedo plantear algunos ejemplos, para
descartar los casos extremos, al menos.
Así, imaginemos que un docente
de biología decida suscribir al creacionismo, o peor aún, a que la
vida inteligente en nuestro planeta fue moldeada por extraterrestres.
¿Podría ese docente ampararse en la libertad de cátedra? Entiendo
que no y que una protesta de los padres (o de la sociedad en general)
sería legítima en ese sentido. Y si hubiera algún padre que
adhiriera a estas teorías y exigiera que la escuela las explique,
habría que explicarle al padre que en la escuela se enseñan las
teorías científicas, que el creacionismo o la vida extraterrestre
no son teorías científicas aceptadas y por lo tanto no pueden
formar parte de los contenidos de la educación pública. Este caso es sencillo (más
allá de lo que sucede con el creacionismo en USA).
Más en general, la libertad de
cátedra está contemplada para el enfoque que el docente quiera
darle a la clase, no apaña al docente para explicar astrología y
enseñar a hacer una carta natal, para dar otro ejemplo.
Pero, se puede argüir que los
ejemplos dados pertenecen al campo de las ciencias naturales. Es
cierto. Cuando se trata de las ciencias sociales, en particular la
política, la historia o el tema de los derechos humanos la cosa se
complica. De todos modos, los ejemplos sirven para indicar que en la
educación pública (de gestión estatal o privada) se imparten
ciertos conocimientos significativos y no otros. Hay programas,
contenidos y diseños curriculares que dicen qué se enseña y qué
no se enseña en la escuela pública en este momento de la historia.
No todo vale por tener libertad de cátedra. Y es posible pasarse de
rosca.
Es indudable, al menos para mí, que
la desaparición forzada de Santiago Maldonado no puede quedar afuera
de las aulas. Hay hechos que conmocionan y atraviesan a toda la
sociedad. Para dar otro ejemplo, soy docente de matemática y sé
positivamente que si Argentina gana el Mundial 2018 en la semana
siguiente de ese hecho no voy a poder dar clase …
No parece que esto vaya a pasar, lo
que sí pasó es que desapareció Santiago Maldonado. Y como el hecho
de su desaparición nos conmociona y nos atraviesa, es obvio que en
las aulas se va a hablar del tema. Haya o no haya instructivo de
CTERA con actividades (a mi juicio no demasiado feliz)...
Por supuesto, en el país de la
grieta, algunos se van de rosca. Es comprensible el enojo que provoca
ver dibujos de chicos muy chiquitos que muestran gendarmes malos y
Santiagos buenos (más allá de que mi opinión es que Gendarmería
es la responsable del hecho). Sobre todo si la actividad fue forzada
por el docente (obviamente los medios cómplices parecen mostrar que
todos los docentes hacemos eso).
Desde el otro lado, directivos y
comunicados que prohiben hablar del tema, amenazando con sanciones en
base a reglamentos, estatutos y diseños, que en algún lugar del texto
prohiben el partidismo político o religioso en las aulas. Y en otros lugares promueven el desarrollo integral del alumno, la adquisición
de saberes significativos, la inserción en el mundo laboral y la
participación en la vida ciudadana. Esto no es una contradicción en
tiempos normales. Yo no querría como padre que a mi hijo le enseñen
religión (aunque viva en Salta) o lo convenzan de hacerse
trotskista... ese tipo de iniciativas no deberían partir de la
escuela y está bien. Y sí quiero que le enseñen a quejarse, a
votar, a respetar las decisiones de la mayoría, a ser un consumidor
exigente y responsable, o a participar de un centro de estudiantes (y
llegado el caso, tomar la escuela)... una cosa no quita la otra.
Ahora, en tiempos anormales como el
actual, de grieta, sí hay contradicción y con un desaparecido
actual no es posible prohibir nada en base a reglamentos escritos
para tiempos más normales. Docentes, alumnos y directivos van a
hablar de Santiago Maldonado en las aulas, guste o no.
No es correcto forzar a chicos de
tercer grado a dibujar gendarmes malos o explicarles que Macri es un
gato y la Bullrich accionista de Termidor... pero ¿Qué pasa si la
demanda surge de los chicos de tercer grado? ¿Qué hacemos si los
chicos, que viven en este país y ven los noticieros, nos preguntan
qué pasó con Santiago? ¿No contestamos? ¿Les decimos que se lo
expliquen en la casa? ¿Le mostramos el reglamento? ¿Y con chicos
más grandes? ¿Es correcto (aunque no lo demanden específicamente)
que no se hable del tema a adolescentes que en algunos casos ya
pueden votar?
Son muchas preguntas, y como la
mayoría de las veces, no tienen tespuesta, al menos no una respuesta
única.
A mi modesto saber y entender, la
libertad de cátedra no puede coartarse en estos casos. Aún para
profesores de contabilidad o de educación física, el hecho nos
atraviesa y nos conmociona a todos. Y si alguno se pasa de rosca y
quiere que la salita de tres incendie un destacamento de Gendarmería,
será cuestión de tratar con ese caso particular, no establecer
prohibiciones generales que no pueden cumplirse. Lo mismo vale si un
director quiere sumariar a un maestro por hablar del tema de un modo
correcto y respetuoso de la opinión ajena...en esta ocasión el caso particular es el del director...
Pero para que esto suceda y se respete
la opinión ajena debería empezar a zanjarse la grieta. Y la grieta
conviene. Es un Boca-Ríver, y con la próxima elección en ciernes,
le conviene a ambas partes... a Macri(gato) y a Cris(yegua, puta y
montonera según su última entrevista). Se hacen los ofendidos pero
les conviene... y a los que adhieren a uno o a otro y discuten en los
asados, también les conviene, porque les evita pensar. Y pensar es
difícil. Escribir esta notita que no muchos leerán y a algunos no
les gustará me llevó unos cuántos días. Hubiera sido más fácil
comprar alguno de los dos paquetes enteros y cerrados, sin pensar.
Y mientras tanto, ahí está la
familia del pobre Santiago, esperando una justicia que quizás no
llegue, mientras dicen que se perdió, que está en Entre Ríos, o
últimamente que se ahogó. O gendarmes que dicen que tiraron una
piedra o dispararon al aire... después de haber declarado que ningún
gendarme estuvo a menos de 40 metros de Santiago.
No quiero que nenes chiquitos dibujen
gendarmes con cara de malo, pero sí quiero saber dónde está
Santiago Maldonado, qué pasó con él, cómo murió si estuviera
muerto (espero que no) y quiénes son los responsables de esta
situación... y si mis alumnos preguntan, no voy a esquivar el tema,
de hecho no lo hice.
Y un mes y medio después, deberíamos
exigir revisar los procedimientos, las declaraciones, al juez, a la
fiscal... solo para ver si todo estuvo bien hecho (risas)...
Finalmente podríamos exigir las
renuncias que correspondan (la ebria y el jefe de los gendarmes por
lo menos). Y si se hacen los boludos, marchar, protestar, y por
supuesto, castigarlos con el voto (lo que en personas pensantes no
agrietadas, no significa votar a Cris). Como ya escribí, el voto no
vale casi nada, pero es una de las pocas veces que nos tienen que
escuchar...
Lo que es seguro es que los docentes
no somos responsables de la desaparición forzada de Santiago
Maldonado, por más que los medios cómplices intenten cambiar el eje
de la cuestión. Y tenemos libertad de cátedra si no nos pasamos de
rosca. Por lo tanto, como el tema atraviesa y conmociona a la mayoría
de los argentinos, es nuestra obligación como docentes tratar el
tema en las aulas. Con respeto por la diversidad de opiniones pero
planteando el tema claramente. Tanto para el profesor de política
como el de matemática o el de biología. O para el maestro de
primaria. Porque la desaparición de Santiago Maldonado nos afecta a
todos y afecta a la calidad de la democracia de este agrietado país.
Hay una Argentina sin Santiago Maldonado (y Julio López)
desaparecidos y otra con dos desaparecidos en democracia.
Lamentablemente estamos en la segunda opción...
Siempre trato de terminar mis
artículos con una gracia o un chiste, pero me parece que esta vez no
hay forma.
Es todo.