viernes, 14 de abril de 2017

Salas de maestros (o de la vocación y sus consecuencias)


 
            El conflicto docente se hace largo y desgastador. Sindicatos sin otra imaginación que hacer paro cada dos días, en muchos casos con historial de traiciones a las bases (como SUTEBA) intentan sin éxito negociar  paritarias, salarios, condiciones de trabajo, o algo (cualquier cosa) con el gobierno más garca desde que volvió la democracia.
            Ya nos dimos cuenta que a los garcas no les importa mucho la educación. Es más, para que a los docentes les quede bien claro, ya repartieron algunos palazos y gases…

            Mientras tanto, maestros y profesores en las escuelas, como pueden, apaleados, descontados, ninguneados, empobrecidos, y próximamente hambreados, intentan dar clase. Y las salas de maestros se transforman en el lugar de la catarsis, pero también del debate.
            Quien esto escribe (profesor taxi promedio) participa de cinco de estas tertulias. Los temas son los mismos, los enfoques y opiniones a veces difieren. No todos los docentes piensan (pensamos) igual.
            Las inasistencias, la capacitación, el paro, los sindicatos, la economía, la situación social, los precios, son los temas más actuales. A estos se agregan los temas crónicos de la educación y de la vida escolar, los alumnos, los directivos, la violencia en la escuela, el edificio que se cae a pedazos (entre muchos otros), todo esto desarrollado en los diez minutos de recreo por docentes que además, a veces, usan ese tiempo para corregir evaluaciones o comprar ropa o bijouterie (los más ricachones).
            Seamos sinceros. De semejante collage no puede salir una posición política unificada ni coherente. Apenas algunos acuerdos mínimos. Por lo demás, todos somos docentes y todas las posiciones se respetan.
            Hay docentes que mucho de política no les gusta hablar, los hay también conservadores,  kirchneristas, peronistas, de izquierda, anarquistas, y hasta macristas. Y todas las opiniones, más allá de ser o no compartidas, son respetables.
            Pero hay una que me asusta y atraviesa a todas las posturas políticas. Es la opinión de que quien elige la docencia sabe que va a estar mal pago, y que eso es parte de la elección.

            “Pero vos sabías que no ibas a ganar mucho” me dicen habitualmente...

            Parece ser que los docentes tienen algo llamado vocación, por lo tanto hacen lo que les gusta… y por lo tanto está bien que les paguen poco, después de todo trabajan a gusto.
            Y con este razonamiento conformista y pedorro, Vidal, Scioli, Larreta y todos, los de antes y los de ahora, desde Sarmiento (otro garca) en adelante, ya ganaron la primera batalla, la que se libra dentro de nuestras cabezas, la batalla ideológica.
            Nos han convencido que es natural que un docente gane poco, porque siempre en la docencia se ganó poco, ya que la docencia es vocacional… ya desde los profesorados nos meten esto en la cabeza.
           
Así se justifica la diferencia entre el veinte por ciento que nos van a dar y el treinta y cinco que deberían dar para que nuestro salario sea igual de miserable que el año pasado. Ese quince por ciento, que ya no volverá, se pierde no solo por la inoperancia de los sindicatos, también lo hemos perdido en nuestras cabezas. No hay nada que impida que el año que viene estos garcas nos roben un quince por ciento más.

¿Cómo responder al razonamiento pedorro? Es difícil, por empezar habría que quitarle al concepto de vocación ese tufillo religioso o trascendental al que muchas veces se asocia. En mi caso, como buen ateo, la tengo más fácil, no acepto definir vocación como el llamado de nada, no hay dios, no hay alma, en el mejor de los casos puedo aceptar igualar la vocación al gusto por hacer algo, no mucho más.
            Una vez que se corrieron los curas, si la vocación es solo el gusto por hacer algo (y no un llamado o un sacerdocio), no hay ninguna razón para que el salario docente disminuya por el llamado de la vocación. Es más, tampoco los sueldos deberían ser bajos aún con el concepto tradicional de vocación. Pero sin la vocación en el medio es más claro.
            Porque cuando dejamos de ser vocacionales, lo que queda es un trabajador. Un trabajador profesional dedicado a la docencia.
            Escribo una vez más que la educación y las condiciones en las que trabajamos los docentes van a mejorar cuando dejemos de ser seres vocacionales que han oído el llamado en lo profundo de su alma y pasemos a ser profesionales docentes que transmiten eficazmente saberes significativos a través de las generaciones, y por lo tanto, un tipo de trabajador más. Que tiene que tener un salario acorde a su formación.



            El gusto por lo que se hace es importante, pero más lo es ser un profesional bien formado. Es más, concibo la posibilidad de que algún docente, buen profesional, pueda no sentir tanto gusto. Y también habría que pagarle, y pagarle bien… porque la docencia es una profesión, y merecemos ganar lo que nos corresponde, por ser profesionales y trabajadores. Como los camioneros, los bancarios, los trabajadores de los peajes o los porteros de edificios, que en muchos casos estudiaron bastante menos que un docente.
            Basta de razonamientos falaces (pedorros) como el de la hiena Vidal:

            Los maestros si quieren más dinero, que trabajen de otra cosa”

            Hay docentes que piensan así. Y así, ya nos ganaron la batalla ideológica, adentro de nuestras cabezas.

            Es todo.

            PD: le dedico esto a todos los colegas de las distintas salas de maestros, que en algunos casos estimo mucho, pero que piensan más o menos así…
            PD2: Macri (gato) y quiero una remera de esas…