lunes, 18 de septiembre de 2017

Libertad de cátedra (o gendarmes con caras de malo).



       En estos días, a causa de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, asistimos a un interesante debate sobre qué pueden y qué no pueden decir los docentes en clase. La libertad de cátedra, que le dicen...
      Por supuesto, ya aparece el primer problema, hay ochocientas interpretaciones acerca de qué es y cuál es el alcance de la libertad de cátedra... Como siempre, yo no se cuál es la definición correcta, pero puedo plantear algunos ejemplos, para descartar los casos extremos, al menos.

       Así, imaginemos que un docente de biología decida suscribir al creacionismo, o peor aún, a que la vida inteligente en nuestro planeta fue moldeada por extraterrestres. ¿Podría ese docente ampararse en la libertad de cátedra? Entiendo que no y que una protesta de los padres (o de la sociedad en general) sería legítima en ese sentido. Y si hubiera algún padre que adhiriera a estas teorías y exigiera que la escuela las explique, habría que explicarle al padre que en la escuela se enseñan las teorías científicas, que el creacionismo o la vida extraterrestre no son teorías científicas aceptadas y por lo tanto no pueden formar parte de los contenidos de la educación pública. Este caso es sencillo (más allá de lo que sucede con el creacionismo en USA). 

      Más en general, la libertad de cátedra está contemplada para el enfoque que el docente quiera darle a la clase, no apaña al docente para explicar astrología y enseñar a hacer una carta natal, para dar otro ejemplo.
Pero, se puede argüir que los ejemplos dados pertenecen al campo de las ciencias naturales. Es cierto. Cuando se trata de las ciencias sociales, en particular la política, la historia o el tema de los derechos humanos la cosa se complica. De todos modos, los ejemplos sirven para indicar que en la educación pública (de gestión estatal o privada) se imparten ciertos conocimientos significativos y no otros. Hay programas, contenidos y diseños curriculares que dicen qué se enseña y qué no se enseña en la escuela pública en este momento de la historia. No todo vale por tener libertad de cátedra. Y es posible pasarse de rosca.




       Es indudable, al menos para mí, que la desaparición forzada de Santiago Maldonado no puede quedar afuera de las aulas. Hay hechos que conmocionan y atraviesan a toda la sociedad. Para dar otro ejemplo, soy docente de matemática y sé positivamente que si Argentina gana el Mundial 2018 en la semana siguiente de ese hecho no voy a poder dar clase …
      No parece que esto vaya a pasar, lo que sí pasó es que desapareció Santiago Maldonado. Y como el hecho de su desaparición nos conmociona y nos atraviesa, es obvio que en las aulas se va a hablar del tema. Haya o no haya instructivo de CTERA con actividades (a mi juicio no demasiado feliz)...
       Por supuesto, en el país de la grieta, algunos se van de rosca. Es comprensible el enojo que provoca ver dibujos de chicos muy chiquitos que muestran gendarmes malos y Santiagos buenos (más allá de que mi opinión es que Gendarmería es la responsable del hecho). Sobre todo si la actividad fue forzada por el docente (obviamente los medios cómplices parecen mostrar que todos los docentes hacemos eso).
       Desde el otro lado, directivos y comunicados que prohiben hablar del tema, amenazando con sanciones en base a reglamentos, estatutos y diseños, que en algún lugar del texto prohiben el partidismo político o religioso en las aulas. Y en otros lugares promueven el desarrollo integral del alumno, la adquisición de saberes significativos, la inserción en el mundo laboral y la participación en la vida ciudadana. Esto no es una contradicción en tiempos normales. Yo no querría como padre que a mi hijo le enseñen religión (aunque viva en Salta) o lo convenzan de hacerse trotskista... ese tipo de iniciativas no deberían partir de la escuela y está bien. Y sí quiero que le enseñen a quejarse, a votar, a respetar las decisiones de la mayoría, a ser un consumidor exigente y responsable, o a participar de un centro de estudiantes (y llegado el caso, tomar la escuela)... una cosa no quita la otra.

       Ahora, en tiempos anormales como el actual, de grieta, sí hay contradicción y con un desaparecido actual no es posible prohibir nada en base a reglamentos escritos para tiempos más normales. Docentes, alumnos y directivos van a hablar de Santiago Maldonado en las aulas, guste o no.
No es correcto forzar a chicos de tercer grado a dibujar gendarmes malos o explicarles que Macri es un gato y la Bullrich accionista de Termidor... pero ¿Qué pasa si la demanda surge de los chicos de tercer grado? ¿Qué hacemos si los chicos, que viven en este país y ven los noticieros, nos preguntan qué pasó con Santiago? ¿No contestamos? ¿Les decimos que se lo expliquen en la casa? ¿Le mostramos el reglamento? ¿Y con chicos más grandes? ¿Es correcto (aunque no lo demanden específicamente) que no se hable del tema a adolescentes que en algunos casos ya pueden votar?

       Son muchas preguntas, y como la mayoría de las veces, no tienen tespuesta, al menos no una respuesta única.
      A mi modesto saber y entender, la libertad de cátedra no puede coartarse en estos casos. Aún para profesores de contabilidad o de educación física, el hecho nos atraviesa y nos conmociona a todos. Y si alguno se pasa de rosca y quiere que la salita de tres incendie un destacamento de Gendarmería, será cuestión de tratar con ese caso particular, no establecer prohibiciones generales que no pueden cumplirse. Lo mismo vale si un director quiere sumariar a un maestro por hablar del tema de un modo correcto y respetuoso de la opinión ajena...en esta ocasión el caso particular es el del director...

       Pero para que esto suceda y se respete la opinión ajena debería empezar a zanjarse la grieta. Y la grieta conviene. Es un Boca-Ríver, y con la próxima elección en ciernes, le conviene a ambas partes... a Macri(gato) y a Cris(yegua, puta y montonera según su última entrevista). Se hacen los ofendidos pero les conviene... y a los que adhieren a uno o a otro y discuten en los asados, también les conviene, porque les evita pensar. Y pensar es difícil. Escribir esta notita que no muchos leerán y a algunos no les gustará me llevó unos cuántos días. Hubiera sido más fácil comprar alguno de los dos paquetes enteros y cerrados, sin pensar.

       Y mientras tanto, ahí está la familia del pobre Santiago, esperando una justicia que quizás no llegue, mientras dicen que se perdió, que está en Entre Ríos, o últimamente que se ahogó. O gendarmes que dicen que tiraron una piedra o dispararon al aire... después de haber declarado que ningún gendarme estuvo a menos de 40 metros de Santiago.

       No quiero que nenes chiquitos dibujen gendarmes con cara de malo, pero sí quiero saber dónde está Santiago Maldonado, qué pasó con él, cómo murió si estuviera muerto (espero que no) y quiénes son los responsables de esta situación... y si mis alumnos preguntan, no voy a esquivar el tema, de hecho no lo hice.
       Y un mes y medio después, deberíamos exigir revisar los procedimientos, las declaraciones, al juez, a la fiscal... solo para ver si todo estuvo bien hecho (risas)...
       Finalmente podríamos exigir las renuncias que correspondan (la ebria y el jefe de los gendarmes por lo menos). Y si se hacen los boludos, marchar, protestar, y por supuesto, castigarlos con el voto (lo que en personas pensantes no agrietadas, no significa votar a Cris). Como ya escribí, el voto no vale casi nada, pero es una de las pocas veces que nos tienen que escuchar...

       Lo que es seguro es que los docentes no somos responsables de la desaparición forzada de Santiago Maldonado, por más que los medios cómplices intenten cambiar el eje de la cuestión. Y tenemos libertad de cátedra si no nos pasamos de rosca. Por lo tanto, como el tema atraviesa y conmociona a la mayoría de los argentinos, es nuestra obligación como docentes tratar el tema en las aulas. Con respeto por la diversidad de opiniones pero planteando el tema claramente. Tanto para el profesor de política como el de matemática o el de biología. O para el maestro de primaria. Porque la desaparición de Santiago Maldonado nos afecta a todos y afecta a la calidad de la democracia de este agrietado país. Hay una Argentina sin Santiago Maldonado (y Julio López) desaparecidos y otra con dos desaparecidos en democracia. Lamentablemente estamos en la segunda opción...

       Siempre trato de terminar mis artículos con una gracia o un chiste, pero me parece que esta vez no hay forma.

       Es todo.