El embole continúa, y poco a poco
vamos atravesando el aislamiento preventivo obligatorio (cuarentena
para los amigos) que si no pasa algo muy grave terminaría el 12 de
abril.
En realidad el embole no podría seguir mucho más
sin romper gravemente la economía. Ya las empresas garcas de siempre
(Techint, pero seguro hay otras) amenazan con suspender o despedir y
comerciantes pillos (en general supermercados monopólicos, pero
algunos chiquitos también) comienzan a aumentar los precios, total
la gente tiene que comer y comprar cerca de casa...
Por ahora no se arma bardo pero si
sigue así no va a haber imagen positiva de Alberto que alcance para
frenarlo . Cuanto antes empiece a funcionar de nuevo la economía
mejor para todos. Entonces, el 12 la cuarentena debería terminar.
De este modo se ha instalado la
dicotomía salud versus economía, dejando de lado otros temas como
menos importantes, como el esparcimiento...
O la educación. Y de esto voy a
escribir.
Desde sus primeros discursos pandémicos el
presidente ya nos advertía que no tenía mucho apuro por reiniciar
las clases. Por la dinámica escolar es improbable que alumnos de
primaria o de secundaria puedan mantener el metro de distancia, y si
bien los chicos no se enferman tanto, sí contagian. Hasta ahí puedo
acordar. El problema es cuando empiezan las convenientes medias
verdades y las mentiras.
La principal media verdad (mentira) es
que los alumnos están haciendo tareas que los profes y maestros les
mandamos desde nuestras casas por internet. O que miran programas
educativos. Una especie de educación a distancia pero obligatoria. Porque la educación primaria y secundaria en Argentina, son
obligatorias y son un derecho, en cambio, la educación a distancia suele ser voluntaria. Yo llamo a esto la tele-escuela. Como
el viejo programa telescuela técnica, pero con una e más y un
guioncito.
Es una ficción bien armada la
tele-escuela. Un televidente que lo escucha a Alberto o a Trotta
imagina docentes dando clases por videoconferencia mandando tareas
por mail o por distintas plataformas que los alumnos realizan con ayuda de las familias, todo en
un corto tiempo, reemplazando a la escuela presencial.
No. No es así. Y no le atribuyo (por
ahora) a las autoridades la intención de engañar. Una pandemia como
esta no es algo previsible, provoca ansiedad y desasosiego (esta nota de una colega habla de eso entre otras cosas), así que no les
atribuyo mala intención en la construcción de la ficción de la
escuela a distancia (tele-escuela) por Classroom, por Edmodo o por
videoconferencia usando el Zoom. Había que suspender las clases (era
necesario) y había que intentar esto. Esa es la media verdad. La
mentira es que se puede seguir con esto sin apuro o que la escuela
por internet reemplaza a la escuela habitual.
Aunque parezca mentira para algunos, la
escuela física (el edificio, los bancos, las sillas, los libros) y
el contacto humano docente-alumno en situación de
enseñanza-aprendizaje no pueden sustituirse con una aplicación, o
con un cuadernillo en formato pdf.
La escuela física no se puede
reemplazar a la larga y la ficción de la escuela a distancia (tele-escuela) no se
sostiene. Es más, falla desde el arranque.
Hago ahora la larga lista de
condiciones que no se cumplen para que la ficción pueda volverse
realidad.
- Por empezar, es dudoso que todos los teledocentes tengan internet, wi-fi y una computadora o celular apropiado para enviar las tareas. El país no es CABA.
- También está la posibilidad de que los teledocentes no tengan la formación necesaria. No es tan fácil el manejo de las plataformas educativas, y no se puede imponer por la fuerza.
- Otro punto es que el teledocente no quiera ser tele. En una pandemia como esta la escuela a distancia solo se puede llevar a cabo mediante acuerdos y sugerencias. Es decir, no puede ser compulsivo, no hay teledirectores, el reglamento escolar no se me puede aplicar en mi casa. Yo no me niego, pero entendería perfectamente a un compañero docente que lo hiciera, por las razones que fuera. El estatuto del docente no prevee la tele-escuela.
- También está el tema pedagógico. No todas las materias o temas se prestan a esta modalidad por igual. En matemática para avanzar hay que explicar, en química o física hay que experimentar. En educación física hay que jugar al vóley, en teatro hay que actuar. Y se necesita que el tipito o tipita que da clase esté ahí. Y también el alumno o alumna...
- Lo mismo se aplica para los telealumnos. Todos los planes de entrega de computadoras fueron cortados por el gato Macri, hay muchos chicos que no tienen compu... o que no tienen wi fi... o celular … o datos.
- Y aunque tuvieran computadoras o celular, es posible que algunos no sepan usarlos.
- Finalmente, al igual que en la escuela física, es posible que los alumnos no quieran hacer nada y jugar a los jueguitos, o que hagan solo las materias que les gusta, en el mejor de los casos.
Dejo acá la lista. Con estas condiciones
materiales y pedagógicas que no se cumplen ya la ficción de la
tele-escuela japonesa no se cumple. Y no menciono, por obvias, las
condiciones económicas y sociales como el hacinamiento (hay chicos
que no tienen una mesa para estudiar), la pobreza, el hambre, las
adicciones y la violencia familiar, entre otras. Estas últimas son
condiciones no inherentes al tele-estudio sino comunes. Sin embargo,
para paliar o enfentar estos problemas, lleva la ventaja la escuela
física. En la escuela tradicional, con edificio, directora. maestras
y todo eso, hay espacios para estudiar y las diferencias sociales y
problemas familiares o de adicciones se notan menos (y si se notan la
escuela tiene herramientas para actuar), la escuela es un lugar de refugio. En el ámbito familiar, en
una cuarentena, no hay refugio posible, los problemas se notan más y no hay herramientas, al menos desde
la escuela.
La escuela física da a cada alumno un
espacio, en muchos casos da de comer, y presta atención a la
vulneración de los derechos de los chicos (y trata de restituirlos).
Además educa. No es poca cosa.
Por eso me asusta y me preocupa
cuando los funcionarios (Trotta, Alberto, y otros) declaran tan
sueltos de cuerpo que no hay tanto apuro por reiniciar las clases,
total, estudiamos desde casa...
Desde casa se exacerban las
diferencias, puedo imaginar que la ficción de la tele-escuela está
más cerca de cumplirse en una escuela bilingüe privada que en una
escuela pública en un barrio precario (pido perdón por estigmatizar
pero creo que se entiende).
La tele-escuela está bien para zafar
un par de semanas... Si la suspensión de clases se va a extender
hasta mayo no es tan grave pero si se va a extender hasta septiembre
el ciclo 2020 se perdió. No hay telescuela que lo salve. El tiempo
que se pasa en la escuela (física) es fundamental.
La salud es recontraimportante (la
curva parece que va bien). La economía también (aunque hay garcas y
pillos y no va tan bien).
Pero en un país que quiera futuro la
educación es igual de importante.
Empecemos las clases lo antes posible.
Así como se hizo un costo - beneficio entre salud y economía habría
que hacer un costo – beneficio entre salud, economía y educación.
Lo más obvio que se me ocurre ahora es que si los padres van a
volver a trabajar los chicos no van a poder quedar solos, la escuela
también tiene una función social. Y el coronavirus no se va a ir
nunca, y no se pueden suspender las clases para siempre. Por supuesto que habrá que tomar las precauciones necesarias.
De algo estoy seguro, perder el año
no es una opción (o juntar 2020 con 2021 que vaya a saber uno qué
quiere decir). La tele-escuela a la corta es un interesante recurso,
a la larga es un verso, y exacerba las diferencias, en el mal
sentido.
Es todo.
PD1: Lean la nota de mi colega.
PD2: La foto es de cuando Casero todavía era re-piola.
PD3: Alberto llamó tonto al surfer pero a Paolo Rocca no... sí, no tiene nada que ver, ya me voy...