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jueves, 29 de marzo de 2018

El mondial, pibe.. (o los diez mil ojos)




          No. Se equivocan. Lo de los diez mil ojos no tiene que ver con el mundial (creo que lo va a ver más gente) sino con que hace poco superé las cinco mil visitas. Algunos de esos ojos serán míos o de mi familia, habrá algún tuerto y algunos bots que buscan textos con las palabras bomba, Trump y anthrax en el mismo párrafo (guiño), o similares. A los demás, por supuesto, les doy las gracias por leer esta cosa que cada tanto escribo.


          Sí es cierto que esta es mi notita de obviedades acerca del mundial de fútbol... la mayoría de los blogueros que se precien van a escribir una...


          Por empezar, tengo que decir que no tengo nada contra el fútbol. No voy a caer en el exceso de Borges (de pie, por favor) y decir que son veintidos tipos corriendo una pelota o algo así. El fútbol es eso, pero también es más que eso...
          El fútbol es un lindo juego colectivo, sobre todo cuando es jugado. Yo ya estoy grandecito y no corro ni el colectivo, pero recuerdo con mucha alegría cuando jugaba (mal) al fútbol con mis amigos. No se si las miles de horas que me pasé viendo partidos en la cancha o por la tele me han reportado una alegría similar. Quizás en uno o dos momentos, no mucho más.


          Tenemos que desengañarnos. Hay que decir que cuando uno, sentado en su sillón, o en la cancha, mira un partido de fútbol, se enfervoriza, insulta, se amarga (estamos en la beee), o quizás muere de un paro cardíaco, no está haciendo absolutamente nada que tenga que ver con el fútbol. La única forma de hacer algo que tenga que ver con el fútbol es jugarlo... incluso los árbitros y los directores técnicos podrían decir que de algún modo juegan al fútbol... según como se mire podría ser... no juegan estrictamente pero son parte del deporte en su faceta profesional.
          Esto último puede ser discutible, pero lo que no puede negarse es que mirar, aplaudir, putear, amargarse, discutir, cargar a los amigos, alentar, cantar el hit del verano, agarrarse a piñas, robarse banderas, romper vidrieras de negocios, viajar en micros custodiados por tanques, enfrentarse con la policía o con otras hinchadas, o distribuir y vender drogas diversas, no es jugar al fútbol. Gran parte de muchos de los problemas que tenemos (la violencia en los estadios por ejemplo) perderían significado y entidad si esto se entendiera claramente.

          Insultar a Higuain, criticar el doble cinco de nuestra menesterosa selección o pedir la renuncia de Sampaoli no implica jugar al fútbol ni saber más de fútbol ni nada. Aunque el fútbol sea un deporte (un lindo deporte colectivo), en estas instancias solo se es espectador. Higuaín va a seguir errando goles, Mascherano y Biglia la van a seguir viendo pasar y Sampaoli va a seguir haciendo declaraciones idiotas (como después del 6 a 1 con España, por ejemplo).
          Somos espectadores de un espectáculo, de algo que guarda similitud con el fútbol que jugábamos con nuestros amigos cuando éramos chicos (o chicas, o chiques, para quedar bien con todos, más allá de que estadísticamente el fútbol sea mucho más practicado por los varones).
          El fútbol profesional implica un espectáculo deportivo. Y el espectáculo está bien armado. Hay relatores, opinadores, periodistas, representantes, entrenadores, psicólogos, expertos en seguridad, policías, políticos... todos tienen que hacer y todos cobran por lo que hacen.


          Es que hay algo que no dije. El fútbol, además de ser once contra once corriendo una pelota y de ser un lindo deporte colectivo para jugar con los amigos, también es el principal deporte (popular y cultural) de la Argentina, que da lugar al principal espectáculo deportivo de este país, que mueve millones (o billones) en lo económico, otorga prestigio político (macrigato no me olvido de vos, que así llegaste) y hasta cultural (un filósofo es Foucault, no Cappa o Menotti)...
          Es tan importante el fútbol que por un rato puede ocultar una dictadura genocida y 30000 desaparecidos... Por un rato y no para todos, pero puede hacerlo...


          Pequeño paréntesis: (Por supuesto, como no podría ser de otra manera, el deporte nacional de la Argentina es el pato... cosa de garcas, por supuesto. Gauchos con poncho tirando de un pato, o de una pelota de rugby con manijas. Jamás vi (vimos) un partido de pato, ni en vivo ni por la tele, y es el deporte nacional de mi país. Contradicciones, que le dicen...)


          Entonces, el fútbol puede ocultar por un rato una terrible dictadura (en el pasado), o puede hacer que la población sea menos crítica a una reforma laboral (en el futuro). Es un poder que tiene el fútbol pero no es un poder inherente al fútbol. Quizás es un poder inherente a algo más grande que el fútbol. Es el poder inherente al circo. Es el viejo pan y circo romano. El fútbol es nuestro circo (como en USA es el béisbol, el básquet y el fútbol americano). Nos saca de los problemas de todos los días y nos da algo de qué hablar por un rato. Y en el caso de los mundiales exalta además un patriotismo muy idiota.




          Bueno (me dirán), ¿pero esto está tan mal? Y la respuesta que se me ocurre es que no, no está tan mal mientras hablemos de esto solo por un rato (corto), no nos saque demasiado de los problemas, sobre todo de los serios y no nos anule como seres humanos políticos y pensantes. En cuanto al patriotismo idiota, a los ingleses hay que reclamarles (y quizás cortar relaciones diplomáticas) por el Aras San Juan, no festejarles el gol de Maradona.


          Solo somos espectadores de fútbol, en la cancha o por televisión. Es posible vivir bien y feliz e ignorar absolutamente todo sobre el fútbol o los mundiales. No estaría tan bien despreocuparnos o ignorar absolutamente todo sobre una reforma laboral, las paritarias, el cierre de escuelas o los aumentos de las tarifas, que posiblemente influyan más sobre nuestra felicidad que el 1-6 con España.
          Es más, gustosamente cambiaría quedarnos afuera en primera ronda o un 0-5 con Brasil a cambio de una baja de cinco puntos en la desocupación o la pobreza. Hay cuestiones que importan más que otras. El fútbol-espectáculo profesional televisado es un juego que yo no estoy jugando, que mueve millones, y ninguno de esos millones me toca a mí.


          Por eso siempre me tomo el fútbol con calma, y más los mundiales. Porque sé perfectamente que soy espectador y que nada de lo que pueda pasar en un mundial va a hacer que les paguen más a los docentes, por ejemplo. No creo que la gratificación simbólica por ganarle a Islandia equilibre un aumento de tarifas o que la policía siga matando gente (pobre, por supuesto). No me dan muchas ganas de decir “... chúpenla islandeses...”, es más, me gustaría vivir en Islandia... hace frío pero hay menos violencia y como docente cobraría dignamente, al menos.


          No se si tengo algún consejo que dar o algo que decir para cerrar esto. Obviamente, que todos recordemos durante el mundial nuestra condición de espectadores. Nada de lo que pase en el mundial cambiará objetivamente nuestras condiciones materiales de existencia. Como mucho el circo por un rato permitirá que el congreso de Macrigato apruebe leyes oprobiosas para los argentinos. Así que hay que estar atentos, no sea cosa que nos caguen una vez más..
          Y ya que estamos, en tren de aconsejar al pueblo argentino (el aconsejador me dicen) diría que traten (tratemos) de ser menos espectadores. No miremos fútbol, hagamos fútbol. Es más saludable y no hay que sufrir a Di María, por ejemplo. Y si como es mi caso, ya no podemos correr ni el colectivo, hagamos algo en lo que seamos protagonistas. En mi caso, escribo esta cosa, y juego al ajedrez y al go, entre otras actividades (prometo una notita sobre el ajedrez en un futuro). Cuando pierdo al ajedrez es culpa mía, no de Higuaín. Y cuando gano, me pongo contento porque fui yo el que gané, no Messi.



          En principio, es todo.


          PD1: soy hincha de Ferro y pongo la foto de un jugador (Gerónimo Cacho Saccardi) que me proporcionó alguno de los buenos momentos como espectador de fútbol, comparable a jugar con mis amigos. En cuanto a partidos, recuerdo el 3-0 en Ríver y un 5-4 a Rácing después de ir abajo 1-4 (no hice nada en ninguno de estos partidos, solo fui espectador, pero fue lindo de ver). También aclaro que tengo amigos de Vélez, que son buenas personas, aunque quizás un poco pechos fríos...
          PD2: lo de los diez mil ojos también lo vieron los de Adsense, así que si quieren comenten, compartan, síganme y todo eso... Y si no, por lo menos hagan click en las publicidades, que si junto un millón de clicks, me dan tres dólares o algo así... es re-cheto tener publicidades...
          PD3: Higuaín podría probar suerte jugando al pato, tendría que buscar jinete...
          PD4: ¡Hagan click en las malditas publicidades! Es una ORDEN.


domingo, 6 de agosto de 2017

La número diez (sin educación)


      Es casi increible, pero esta es ya la nota número diez, así que será de fútbol. No voy a entrar en la polémica estéril acerca de si es la diez de Messi o la de Maradona, pero es la diez. Porque el fútbol está lleno de polémicas estériles y las cuestiones de verdad importantes no se debaten.
      Así, uno de los puntos no debatidos es el de la justicia en el fútbol. Periodistas (o lo que sean) que gritan y casi se van a las manos discutiendo sobre si está bien que Centurión se vaya de joda se callan bien la boca sobre las deudas de los clubes, la violencia o partidos bochornosos, como el de Riestra y Comunicaciones por el ascenso a la B Nacional (este es el último, hay muchos, Ríver-Belgrano es otro).
      De este modo, pese a cualquier reglamento, los clubes se endeudan y ascienden (Chacarita y Argentinos Jrs.) mientras que los que no se endeudan a veces descienden (Atlético Paraná por ejemplo). Del mismo modo, la violencia instalada dentro de las propias hinchadas hace que cada vez sea más difícil pensar en la vuelta del público visitante. “Es que las barras son la mano de obra de los políticos y están ligadas a los narcos” dicen los periodistas gritones... y sí, está bien, pero ninguno hace explícitas estas relaciones con nombre y apellido, ni mucho menos hacen alguna denuncia. Denuncian mucho pero en general, no dan muchos datos, prefieren debatir fervorosamente por Icardi o por el casamiento de Messi.
      Y finalmente, la viveza criolla, la picardía, la trampa que en Argentina pasa por estilo de juego. Un par de giles interrumpen un partido a cinco minutos de que su equipo ascienda y la AFA, en lugar de darles el partido por perdido, lo continúa en dos tiempos de dos y tres minutos. A Comunicaciones le robaron el ascenso por más quita de puntos que haya tenido Riestra. Es que los reglamentos son para los tontos y para darle al fútbol una ilusoria imagen de justicia. Los vivos también cambian el tamaño de las áreas, no alcanzan las pelotas cuando van ganando, le dan agua con laxante a los rivales o lisa y llanamente pinchan a sus rivales con alfileres. Todo esto sin contar la mano de dios, que es trampa pero al menos forma parte del juego.
       Es parte del estilo de juego argentino ser tramposo y no cumplir los reglamentos y en general nos enorgullecemos de eso...
       En fútbol el estilo y el orgullo se acaba cuando te agarra Alemania. Ahí hay que jugar mejor, y si no... fuiste alpiste perdiste, no hay alfiler, ni bidón, ni alcanzapelotas que te salve.

       De última, es fútbol, y si uno no cree en la justicia del fútbol puede dejar de ver los partidos o ver básquet. Lo preocupante es cuando la viveza criolla se extiende a otras áreas, la política, por ejemplo.
      La justicia ya no es la de la AFA, es la justicia electoral. Entonces, está bien que los partidos grandes se repartan los votos de los chiquitos que no llevan fiscales. O truchar un telegrama. O afanarse las boletas. O prenderle fuego o robarse las urnas. Yo en casi 35 años de democacia no recuerdo que la justicia electoral haya resuelto en un caso de estos algo que no sea dejar las cosas como estaban. Así que la trampa vale y los partidos chiquitos sería mejor que busquen fiscales para que los caguen lo menos posible.
       A esto se suman las trampas de la política en sí durante las campañas. Un elemento común en los dos principales partidos de las próximas elecciones es el misticismo. El oficialismo no declara qué va a hacer con la economía o la pobreza. Sólo vemos a Carrió abrazando gente o a Vidal pidiendo paciencia que el cambio ya va a llegar. No proponen nada, solo que confiemos porque ellas son honestas. Mientras tanto el aumento del transporte (y de todo) aguarda pacientemente al mes de noviembre... o mejor enero, no sea cosa que se arme bardo en diciembre...
      Del otro lado, Cristina se rodea de aplaudidores, critica duramente a Macri (gato), dice que esto no puede seguir así y que así no vamos bien... pero tampoco propone nada, y mucho menos hace autocrítica de su gestión. Ni siquiera da entrevistas y no permite preguntas de periodistas no-amigos.
      Todo esto en medio de múltiples acusaciones cruzadas en los medios cómplices donde unos y otros sólo dan nombres y la justicia no investiga nada...
       Odebretch, dice uno. Skanska, le contestan. Correo Argentino, retrucan. Los bolsos de López, responden. Boudou, Micchetti, Aníbal, Cabrera, Jaime, Arribas... son figuritas que se cambian y nunca realmente se sabe nada. Presos están Jaime, López, y del pasado, que yo recuerde, unos días Menem, Maria Julia y no se si hay más (agrego a Potocar si quieren).
       Ninguno contesta nada, solo cambian nombre por nombre y están muy de acuerdo en que hay que esperar a la justicia. A la justicia de ellos, garca y lenta que nunca condena a nadie. A la justicia de Oyarbide u otros parecidos.
       Y lentamente, todo se empioja y todos nos vamos metiendo en esa discusión...



      Así como nos quieren hacer creer que las PASO son muy importantes (ver artículo anterior), también nos quieren hacer creer que hay dos opciones, cuando hay muchas más. Massa, Lousteau, el FIT, Zamora, los partidos vecinales, los que dan miedo y muchos más (mezclo a propósito). No es bueno aplicar el principio del menos malo en una elección legislativa. Creo más en un congreso con diversidad de voces que en un congreso con dos voces que además muchas veces arreglan para cagar a los giles (nosotros, los ciudadanos, el pueblo, la comunidad, la gente, o como quieran llamarnos).
      Por supuesto, para votar a un tercero hace falta informarse, discutir, complicarse la vida. Nada más fácil que votar a la abrazaviejas o a la que solo dice que no vamos bien y pide por un pasado en el que tampoco íbamos bien (cero autocrítica Cris).
       Para dar un ejemplo, para decidir si debo o no votar a Claudio Lozano, tengo que tomarme la molestia de leer la plataforma del partido de Lozano y ver si comparto eso o no. Lo mismo para Massa.

       Es costoso pensar. Es más fácil no pensar y que otros piensen por uno. Igual, muy pensado o poco pensado, cada voto vale uno.
       Y uno en 35 millones no es casi nada. Pero es una de las pocas veces en que nos preguntan algo.

       Así que ló único que propongo es pensar. En todo caso, nunca nos fue bien votando místicamente (vaya Menem como prueba),es mejor pensar.

       Es más, habría que crear una agrupación cuyo eslogan fuera: Perón, Evita, Irigoyen y Alfonsín están muertos y no van a volver. En estas elecciones piense. Partido racional.
       No sería un partido político, sólo una agrupación que propugne el voto racional, en el que tengan más peso en la decisión las propuestas que el hecho de que el candidato use patillas o abrace a una anciana... 

       Volviendo al fútbol, quizás para pensar más objetivamente en nuestras condiciones reales de existencia sería mejor que Argentina quede afuera del mundial...

       No, es joda. Se hizo largo y ya voy descarrilando.
       Es todo.

      PD: se habló de fútbol y política, por lo tanto... ¡GARROTE! ¡GARROTE!