El ministro de Educación de la
Provincia de Buenos Aires, Alejandro Finocchiaro (que manda a sus hijos a
escuelas privadas), manifestó en una reciente entrevista que el sueldo promedio
de los docentes en esa provincia es de 17.000 pesos.
Este dato, según el ministro es
para los docentes que tienen dos cargos, para los docentes con un solo cargo el
sueldo promedio es 9.000 pesos.
El INDEC, por otra parte, nos
informa en su medición de indigencia y pobreza del segundo trimestre de 2016
que el promedio de ingreso de un hogar pobre es 8.051 pesos y la canasta básica
(promedio) de un hogar pobre es 12.851 pesos.
La primera reflexión, obvia, es
que docente que no tiene doble cargo no llega a fin de mes ni aún con una
canasta básica de hogar pobre. Así, si el docente gana 9.000 pesos y gasta como
pobre el sueldo le durará veinticinco días, con fortuna...
El docente rico de los 17.000
pesos tiene más suerte (?). Llega a fin de mes gastando como pobre, por ahí le
queda un puchito (si pretende vivir como clase media no le queda nada), pero trabaja mañana y
tarde con chicos o adolescentes. Tiene escaso tiempo para su familia, para
capacitarse, o para su desarrollo personal. Si es el único sueldo en el hogar,
probablemente no tiene auto ni se va de vacaciones. Se suma a esto el desgaste
que supone trabajar con chicos o adolescentes, muchas veces en contextos
sociales de pobreza, violencia o exclusión. El doble cargo cuesta vida. La
inmensa cantidad de docentes en tareas pasivas es prueba de ello.
Se supone que los docentes tienen
(tenemos) vocación. Pido disculpas por esto que voy a escribir, pero la
vocación (que está bien tenerla) es en muchos casos (para las autoridades y
para ciertos sectores de la sociedad) la justificación de estos números de
pobreza para los docentes. Con la excusa de que los docentes tienen vocación y
hacen lo que les gusta (si así fuera no se por qué eso estaría mal) nos pagan
migajas.
Estoy en contra de la vocación
como recompensa simbólica. No le pago al verdulero con vocación. Un diálogo
gracioso sería: “ Don José, ayer me quedé hasta la madrugada en mi casa
preparando clases, haciendo afiches y otras tareas que nadie me paga ni me va a
pagar, por lo tanto, usted debe obsequiarme con cinco kilos de papas y dos de
zapallitos…”. Don José contestaría algo así como: “No se queje, usted tiene
vocación y hace lo que le gusta, son 80 pesos o llamo a la policía”.
A eso me refiero cuando digo que
estoy en contra de la vocación, y en consecuencia, a favor de la
profesionalización. Cuando uno trabaja gratis habitualmente no está siendo profesional.
La docencia es profesional cuando se toma como una profesión. Ser docente es un
trabajo, no un sacerdocio. Obviamente para que la docencia avance en ser más
profesional los docentes deberán capacitarse, pero esto se lleva muy mal con el
doble cargo, por ejemplo.
Las autoridades suelen ser
reacias a brindar capacitaciones en servicio, como lo son a cualquier acción
que implique desembolsar dinero o que la escuela deje de cumplir su función de
depósito de chicos aunque sea por un día (los 180 días de clase, o no-clase, no
importa mientras sean 180 días). También suelen derivar el problema a gestiones
pasadas o cuestiones de infraestructura.
Las autoridades actuales son más
proclives a realizar evaluaciones tendenciosas con fines estadísticos… como si
quisieran responsabilizar a los docentes del bajo nivel educativo actual.
Preguntan a chicos anónimamente si los docentes los tratan bien o si les explican… o si perciben planes sociales...
En el caso de la Provincia
de Buenos Aires hay otras explicaciones.
Las obvias, como son la pobreza (la de Alemania del 5 % o la actual del 30%,
que parecen que fueran la misma), la droga, la violencia… y otras no tan
visibles: el sistema educativo cambió tres veces en quince años, los docentes
que se reciben hoy son producto de la EGB (para decirlo elegantemente, hay
faltas de ortografía en el pizarrón), sumado al problema de la escasez de
docentes. No hace falta ser un genio para inferir que con las condiciones en
las que trabajan los docentes hoy, no hay muchas personas que quieran ser
docentes. Y con la desocupación que hay, empiezan a aparecer profesionales no
formados en la docencia al frente de alumnos (el clásico contador que da
matemática o el abogado que da historia). En Finlandia eso no pasa. Porque son
profesionales, más allá de la vocación que tengan. A los docentes se les exige
porque se los forma bien, y se les paga bien.
La solución
(o un principio de solución) es obvia: hay que capacitar y pagarles mejor a los
tipitos que dan clase. De qué sirven las netbooks si el profesor no sabe usarlas.
De qué sirve que las escuelas tengan cajas y cajas de libros si no hay docentes
que estén en condiciones de usarlos (o en escuelas que no tienen biblioteca, o
bibliotecario). Sirven sí, como negociados, por supuesto.
Hay que
pagarle mejor a los docentes. Hay que capacitarlos. Y en consecuencia…
Con un solo
cargo tiene que alcanzar. No más cargo doble (o triple, que también hay)…
Finalmente,
propongo la creación de un índice, el IDD (índice de desprecio al docente). Se
calcularía dividiendo el sueldo promedio de los docentes (con doble cargo si
quieren, parece que está bien y es saludable estar ocho horas cinco días a la
semana con chicos) por el sueldo promedio de otra profesión. Yo elijo a los
camioneros. No tengo nada contra los camioneros, justamente los elijo porque
son trabajadores profesionales, que quizás pasen el mismo tiempo que un docente
frente al aula manejando un camión.
Trabajan,
son sacrificados, pero requieren menos estudios que un docente. Y lo fundamental,
un país que jerarquice la educación no debería consentir que sus docentes
cobren menos que sus camioneros. O que los porteros de un edificio.
Según
Infobae, el sueldo promedio de los camioneros era en mayo 23.000 pesos (ahora
es más pero tomemos mayo). De este modo, el IDD sería 0.74. Un docente en promedio
gana el 74 % de lo que gana un camionero. En CABA y en algunas otras provincias
quizás el IDD sea más alto, pero no es el punto. El punto es que materialmente,
se valora más la tarea de un camionero o un portero de edificio que la tarea de
un docente. Recordemos el IDD en época de elecciones (nacionales o gremiales).
Es triste,
y no parece que esto vaya a cambiar…
“Bueno, Don José, le pago las
papas y los zapallitos, pero ¿Qué hago con mi vocación?”
Me parece
que le di pena porque me regaló el perejil.
Es todo.
Impecable. Nunca es triste la verdad...lo que no tiene es remedio
ResponderBorrarBienvenido Alejo, que sigan las ideas, no dejes de escribir...!
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